lunes, 16 de agosto de 2010

Pelotas e himnos



Ya hace mas de un mes que se ha acabado el mundial de fútbol de Sudáfrica. Hemos visto y revisto los goles de Iniesta, Puyol y Villa; la marea roja; la copa del mundo. Hemos oído hasta la saciedad las declaraciones de todo el mundo, las canciones de ánimo, el «yo soy español, español, español...» que a mí me sonaba muy raro en boca de chicas vestidas con camisetas rojas y maquilladas con pinturas de guerra.
Es cierto que estos triunfos y los de otros deportistas españoles (tenis, automovilismo, motociclismo, basket, ciclismo y otros) son de agradecer y que por un cierto tiempo te hacen sentir mejor, aún a pesar del egoísmo de algunos de estos deportistas que fijan sus residencias en paraísos fiscales para pagar menos impuestos... pero bueno... una vez apaciguado «el patriota irracional que cualquiera lleva dentro sin saberlo» (copio a Manuel Vicent) quiero aprovechar la circunstancia para hablar de himnos:

Casi nunca veo el comienzo de los partidos de fútbol internacionales para librarme de ese trago, le tengo alergia a la seriedad con que se revisten esos actos y entiendo que al ser un deporte colectivo ninguno de sus componentes puede saltarse el guión. No ocurre lo mismo cuando suenan los himnos al finalizar una carrera de motos o de coches, los ganadores no componen una imagen tan seria, quizá porque la prueba ya ha acabado, por su individualismo o por la distinta nacionalidad de sus monturas, mecánicos y demás componentes de sus equipos.
Las letras de estos himnos vienen a decir prácticamente lo mismo: nosotros somos los mejores, los demás nos quieren esclavizar pero nosotros hemos luchado bravamente y nos hemos librado de su opresión. Cierto es que estas músicas y letras sirven para generar una predisposición a la resistencia ante el abuso, todos recordamos la escena de la película «Casablanca» donde «La Marsellesa» se impone a un himno nazi, pero por favor tomaros la molestia de leer su letra.
Recibo diariamente varios e-Mails de un chat de literatura e intercambio de libros. Durante la celebración del mundial algunos de sus componentes iberoamericanos comentaban como se habían suprimido con el tiempo en sus himnos las referencias al opresor español, pero que en su versión popular todavía perduraban. Totalmente comprensible.
Hay otros himnos que no hablan de opresiones sino de lo bien que se está aquí y que esto es lo mejor del mundo, como el de: «Per ofrenar noves glories a Espanya». Éste está demasiado escuchado por mí y cuando olisqueo que lo van a interpretar al final de algún concierto patriotero en el Palau de la música, salgo por patas.

Resumiendo: prefiero el onomatopéyico «¡chunda, chunda, tachunda chunda chunda!» del himno español a cualquier otra letra.
No obstante hay un himno que merece la pena escuchar.
Este parodia a todos los demás. De Le Luthiers:


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