Obama ha sido reelegido para seguir
gobernando los U.S.A. otros 4 años. Le ayudarán y moderarán las
grandes multinacionales, los grandes bancos y las agencias de
calificación (S&P, Moody's, Fitch) si hubiera ganado Romney habría pasado lo mismo
pero, además, por ejemplo... se hubieran relentizado las
investigaciones científicas más progresistas... y las violaciones,
desastres naturales, masacres en los campus universitarios y otras
lindezas por el estilo hubieran ocurrido porque así lo quiere dios.
Aquí,
la izquierda se ha alegrado, y la derecha un poco menos.
El tribunal constitucional ha decretado (¿se dice así?) que el
matrimonio homosexual no es anticonstitucional (vaya palabro)
Los gais (últimamente se escribe así) lesbianas, y la izquierda se han
alegrado mucho, y la derecha ha disimulado.
Mientras... una de cada ocho personas en este mundo se irá a dormir con hambre
esta noche.
La izquierda y la derecha espero que sientan vergüenza e impotencia.
Nuevo récord de desahucios: 526 diarios en el segundo trimestre de 2012
Parece ser que la derecha y la izquierda quieren ponerse de acuerdo en hacer
algo. Me temo que lo único que harán será cubrirse las espaldas...
como siempre.
Uno de estos desahucios ha generado esta lúcida carta... llena de rabia,
impotencia y sensibilidad:
EL DESAHUCIO EN LAS AULAS.
Por Elías Hacha, Director del IES Rodrigo Caro. Coria del Río (Sevilla)
Lo supe esta mañana. Alumna nuestra. Me informó el Vicedirector, un
hombre con aguda conciencia social. Echaba humo. Yo, muy en mi lugar,
sin dejar de entender su indignación, lo llamé a la prudencia. Me
escuchó, pero me dio fuerte. No niego que mi obligada y profesional
moderación me tiene todavía con un sabor amargo en la
garganta.
Educación para la ciudadanía. Ética. Religión católica y otras. Educación
permanente en valores desde la transversalidad. La palabra al
servicio de la democracia, una formación más allá de la mera
adquisición de conocimientos. La insistencia, el ejemplo, la
laboriosa tarea de corregirlos sin descanso en la esperanza de que
nuestra adolescencia desemboque en una juventud de mujeres y hombres
hechos y derechos. Y de repente, como una puñalada a traición, como
un tornado que tambalea todo lo construido día a día y año tras
año a base de rigor y de mimo, un hecho de legal brutalidad que
extiende su evidencia por aulas y pasillos en unas pocas horas y
amenaza la consistencia de todo cuanto había sido laboriosamente
plantado, regado, cultivado: desahucian a la familia de una alumna de
2º de ESO. Miembros de la comunidad escolar.
Compañeros.
¿Desahucian, maestro? ¿Qué es eso? Los echan de su casa. ¿Y puede seguir
ocurriendo? Puede que sí. Pero, ¿por qué? Por dinero. Por
dinero... entiendo...pero, ¿y la policía? Tiene que asegurar que se
haga el desahucio. Por dinero... entiendo... ¿y el alcalde? No puede
hacer nada. Por dinero... entiendo..., ¿y los jueces? Han tenido que
ordenarlo. Por dinero... entiendo..., ¿y nuestros representantes,
los diputados, el gobierno, los que hacen las leyes? Recomiendan que
no se desahucie a la gente humilde. Lo recomiendan. Eso es todo.
Pero, ¿y los profesores? ¿Los profesores? ¿Qué podemos hacer los
profesores...? No, perdón, maestro, quería decir... ¿qué pasa con
lo que nos han enseñado los profesores? Nos han mentido ustedes.
Deberían habernos enseñado que el principal valor no es el amor, ni
la honradez, ni la libertad, ni el saber escuchar, ni la solidaridad,
ni ninguna de esos rollos que nos vienen contando... Deberían
habernos dicho desde el principio que el más importante de los
valores es el dinero. Si esa era la respuesta, la clave por la que se
mueve toda esta sociedad de la que ustedes son funcionarios, ¿por
qué nos han mentido desde el principio? ¿Por qué nos lo han
ocultado? ¿No será que en realidad pretenden convertirnos en
personas equivocadas y débiles, en presas fáciles? ¿Por qué nos
han engañado, señores maestros? No entiendo...
Llevo un cuarto de siglo enseñando en Institutos, inculcando la
democracia, creyendo en la función pública como herramienta seria
al servicio de la prosperidad y de la igualdad social. La mitad de
ese tiempo, como director orgulloso de su equipo, de su claustro.
Nunca antes había tenido la sensación de formar parte de una farsa.
Esta es la única respuesta honrada que para ellos me queda. Lástima
que quizás no sea sino otro rollo que les suelto.
Y es que, ante ellos, a mí sólo me queda la palabra. No puedo
incitarlos a una lucha que nos corresponde a los adultos y tampoco
puedo, como profesor, responder con el silencio... ¡qué débil la
palabra frente a la lección implacable de este hecho real y
verdadero, ante este frío desahucio que ellos –todos ellos-
contemplan con sus propios ojos!
Me queda, y ni siquiera sé si es algo, apremiar –también con
palabras- a esos por quienes ellos preguntaban: a los diputados, a
los jueces, a los múltiples gobiernos de esta España que aún luce
la denominación de democracia. ¿O se trata ya nada más que de una
especie de “denominación de origen”, de un recurso publicitario
cara al mercado, de una máscara obligada... por dinero?
Los miro, y me duelen. Son los niños de la crisis. Mírenlos conmigo,
señores legisladores, señores de los múltiples gobiernos. Que no
sean también los niños del desengaño. Ustedes, que sí pueden,
respondan con hechos a este hecho.