Es de todos conocido la relación que se establece de fealdad/maldad y belleza/bondad. Esta relación se ha utilizado desde siempre, en literatura:
Recordemos el caso facilón de La bella y la bestia; cuando el príncipe se porta mal, se le castiga transformándolo en bestia (fealdad), cuando se arrepiente y se vuelve bueno, se le premia con la belleza. Esta regla se resalta con las excepciones, como en el Cyrano de Bergerac, donde se unen fealdad, bondad e inteligencia.
En las artes plásticas es notabilísimo: siempre se pinta más feo a Judas que a Jesús, por no hablar de las distintas representaciones del Diablo y de los ángeles.
En las artes escénicas, incluido el cine es harto patente: el protagonista es Brad Pitt y el malo no. Con sus excepciones (El hombre elefante)
Pero lo que quiero exponer, es esta misma relación con la utilización de la voz. Los protagonistas de las óperas y zarzuelas, acostumbran a tener la tesitura de tenor, mientras que los antagonistas y villanos son barítonos o bajos.
Una inteligentísima aplicación de esta regla, la utiliza Lluis Llach en su canción El Bandoler. No se limita a cambiar la voz según el personaje, sino que vá más allá. La pieza está cantada a dos voces: la más grave del setabense Feliu Ventura canta toda la trama, pero cuando lo contado es una plegaria en boca de una víctima (aunque sea el bandoler), lo canta con la voz más aguda que puede Lluis LLach, casi de contratenor.
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